Las ideologías de los últimos siglos han reducido a la persona ser un mero individuo dentro de un conjunto. Junto a esto se desdibuja la dignidad de la persona, haciéndolo semejante a los animales, (animalismo), y por otro haciéndolo inferior a una supuesto estadio más perfecto técnicamente, (transhumanismo). La civilización occidental se sustenta sobre la inalienable dignidad de la persona humana y sobre su valor intrínseco.
En este sentido, cualquiera puede sustituirnos, incluso las máquinas. Nuestra dignidad está en “ser quienes somos”, no en “hacer” o “tener”. Ser personas con un espíritu trascendente que nos hace únicos. Reconocer esto implica cultivar una sana autoestima. Para ello, necesitamos conocernos (tener un autoconcepto o imagen verdadera de uno mismo), querernos como somos (autoaceptación), tratarnos bien a nosotros mismos (autorrespeto). La autoestima es también aceptar los límites que todos tenemos sin dramas y con realismo.
Hablar con cada uno de vuestros hijos de qué es lo que les hace únicos en la familia, hablar de eso que les hace irrepetibles, de lo que aportan ellos y que ningún otro miembro de la familia puede aportar. Se puede aprovechar esta ocasión para hablar de las posibles comparaciones que surgen entre hermanos.
Generar de manera natural espacios de conversación en los que ellos se sientan únicos: dar un paseo, salir a merendar, ir a hacer recados…
Si tenéis mascotas, o cuando deis un paseo por el campo, aprovechad para conversar sobre la diferencia entre las plantas, los animales y entre ambos y las personas. Escuchar sus argumentos y dar luz sobre la distancia entre un animal, aunque sea muy querido por nosotros, y una persona, aunque sea desconocida para ellos.
Hablar con los hijos de cómo es su percepción de sí mismos: si les gusta cómo son, si reconocen sus limitaciones, si las aceptan, qué complejos tienen/si los tienen –quizá compartiendo los complejos o limitaciones que vosotros mismos tenéis o habéis tenido. Puede ayudar realizar en familia un test de personalidad que les ayude a conocerse. En los cursos de secundaria y bachillerato lo han realizado en clase y puede ser positivo comentar los resultados obtenidos.
La importancia de llamar a las personas por su nombre. El nombre no solo es un modo de poder dirigirse a alguien, es reconocer que esa persona tiene una identidad, que merece un respeto y que no es simplemente un individuo que forma parte de un grupo. Evitar la despersonalización, aprendiendo los nombres de quienes les rodean cotidianamente.
Y siempre poner en contacto a nuestros hijos e hijas con la belleza.
Y en otro orden de cosas, introducir a vuestros hijos en la belleza de vivir los Oficios de Semana Santa donde puedan apreciar el esplendor de la liturgia. Un lugar especialmente bello es la basílica de San Francisco el Grande en Madrid. Para conocer Oficios cantados en gregoriano recomendamos especialmente acudir al Monasterio de El Escorial y la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
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